Esta es la vida de mis sueños

Noviembre de 2020 | escucha el artículo aquí

Estoy esperando que me llame la señora de la inmobiliaria para entregar la oficina. Supuestamente iba a trabajar y «supuestamente» no estoy trabajando. ¡Ja!… me burlo de mí misma: de ti, reprochador interno: JA, JA. Esta es mi vida de los sueños, aunque no te guste. Esta. Esta en la que me siento en un café a escribir marikadas es la vida que soñé.
¿No? ¡¿¿No??! ¿Lo vas a negar?? jajaja…La deseé profunda y secretamente desde que tuve que empezar a imaginar una vida para mí. «El ocio debería ser una forma de vivir» … eso fue hace ya casi veinte años. ¿La tienes y no la vas a disfrutar? ¿La tienes pero no la ves? «El secreto de sus ojos» no era el de ella que lo amaba en silencio, sino el de él que no lo pudo ver. Ciego.

Qué curioso que gran parte de haber logrado tener la vida de mis sueños haya sido poder aceptarla, dejar de pelear con ella. Es como si mi corazón la hubiera ido construyendo a escondidas del Ego -que quería un gran trabajo y una gran reputación- y cuando la terminó se la puso en las narices y lo enfrentó a muerte:

– ¿¿Acaso no es esta la vida que realmente queremos??
    ¿¿No??
    ¿Lo vas a negar?

Él, que es en medio de todo honesto, se quedó callado. Yo tenía razón. Ya no jodas más con tus horarios de oficinista: no nos van. Ya no jodas más con tus planificaciones y metas cronometradas, ¡no nos van!, no es lo que somos. Lo que queremos es esta libertad, esta paz, esta posibilidad de fluir con la existencia y con lo que surge en el momento. 

¿El dinero? Ya vendrá. De hecho, ya está aquí. No como lo habías planeado ni acompañado de la fama y la gloria que tanto querías, pero está, lo tienes. No busques lo que no se te ha perdido ni dejes de ver lo que has encontrado: lo que tienes frente a tus narices es lo que nos hará felices. 

No anhelamos tener lo que queremos. 
Anhelamos darnos cuenta de que ya tenemos lo que queremos. 
-Jeff Foster-

Tuve miedo de que mis palabras fueran síntoma del temido conformismo, una jugarreta de mi mente para convencerme de que todo era perfecto cuando la verdad era que me había dado por vencida.

Luego volví a mí. Recurrí a mi Constitución Política personal, Titulo II «De los principios Constitucionales» donde encontré el principio que siempre me saca de aprietos: 
«Lo que está pasando está bien, si se siente bien«. Revisé y sí, esto se sentía ohhh so good.

– ¿Qué va a pasar? 
   ¿Nos quedaremos para siempre escribiendo en un parque? 

No lo sé. N
o es mi tarea saber lo que va a pasar por más que mi Ego necesite tener un plan para sentirse seguro. Es La Vida la que tiene el plan para mí y mi tarea es escucharla y hacerle caso.

– ¿En qué queda entonces tu famoso «poder creador»?

Golpe bajo… No lo sé. Pero tal vez consista precisamente en esto: 
en dejar de usarlo para crear cosas que en realidad no quiero, en callarme y escuchar lo que sí disfruto de verdad,  profundamente, aunque no sea «lo normal», «lo común», «lo esperado», y permitir que La Vida me lleve a los lugares maravillosos a los que sé que me va a llevar, aunque en este momento no tenga ni la más remota idea de cuáles son… Bajar los brazos, dejar de nadar contracorriente y de seguir el camino difícil, dejar de rehuirle al placer. Esta vez voy a hacerle caso al sentido común y eso de andar cuesta arriba por voluntad propia no tiene ningún sentido, por más común que sea.

Mi apuesta ahora es esta.

–  …

… yo también tengo miedo; p
ero no voy a volver.

Laura